Si volvieran molinos rojos. 2016

Hidroesmalte, latex, aerosol, cinta adhesiva,
cinta metálica sobre lona impresa.
3,40x7 metros


EL PECHO PARADO Y TODO A FONDO


Muchos de ellos hacen rancho con mesas y sillas, música, comidas y bebidas de variados colores. La festividad de un domingo agotador, de la elevada temperatura y de las miradas que llenas de sed llegan a la hora del concierto para humanos, se confirman con la salida de la luna.Nada pareciera estar fuera de lugar, niños y abuelos son atravesados por motos de diseños personalizados cargados de expectativas de alto vigor. Jóvenes muchachos apretados en vestuarios de marcas posibles juntos a desafiantes jovenzuelas que poseen un poderoso calor similar al de un motor fuera de punto se relacionan con la misma liviandad perturbadora que genera un papel de cigarrillo armado al ser soplado entre los labios. La locura de portar una edad y una velocidad que pareciera acabarse cada vez que un whatsapp es tildado en el azul deseado. La naturaleza se hace presente en este escenario, que compuesto por un salpicón de pintura blanca, un manojo de flores y decoloradas bolsas de nailon provocan una majestuosa declaración de desolada convivencia en la que insectos y pequeños seres vivos recrean todas las canciones del repertorio chaqueño al unísono, las de antes, las de ahora.

Bruno Del Giúdice vive en Chaco con el pecho bien parado y todo a fondo. Hace del musculo una herramienta pictórica y del calor un rictus pagano que, al enfrentarlo con la realidad de la urbe, es atravesado por la brutalidad de un hombre que aunque muerto de sed elige seguir la ruta sin final. La pintura maldita.

El deseo de recuperar la pelea y las estrategias de supervivencia ponen de manifiesto los mecanismos que Bruno despliega para mediar entre su reconocimiento autobiográfico, la pintura en sí misma, y el deseo de ser el encargado de comunicar que un desbastado plano es la riqueza de unos pocos. En su pintura “El bagallo”, obra presentada en su muestra individual titulada “Like a Rocho” en Museo de Bellas Artes René Brusau de Resistencia y posteriormente en la exhibición Opera Prima en Capital Federal, el plano de realidad y virtualidad es de una evidencia desesperante. La desolación del que frente al ordenador se postula dejando ver del otro ese lugar que le era riqueza real/emotiva y que ahora es arte, comparte del espectador esa postura acomodada para ser socialmente salvado. Entonces la pintura se hace maldita porque se apodera del estado presente y lo infecta de una estética mañosa cargada de falsos brillos y recursos simbólicos e icónicos de un estado social que es veedor de la riqueza en unos pocos.

En su nueva pintura titulada “SI VOLVIERAN MOLINOS ROJOS “, Bruno establece un nuevo rol de poder; el de la escala y el del musculo pictórico. Son ahora retazos de carteles publicitarios los que conforman una suerte de Frankenstein a ser maquillado.

Una visita del autor al popular Mercado 4 de nuestro vecino Paraguay traen una nueva paleta psíquica/pictórica que cargada de aparente formalidad compositiva nos deja ver el estado de humor de este autor que pareciera no perder el punto de vista de la ruta sin final de la pintura entregándose como alimentando de la misma.
La hora del concierto para humanos y la salida de la luna son los motores de este largo viaje en el que Bruno nos propone entrar, tal vez dentro de sus zapatillas.

Carlos Herrera 2016
Premio Opera Prima
Centro Cultural Haroldo Conti, Buenos Aires.


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